Después de cinco años...
Terminé de escribir, publiqué y cinco minutos después sonó el citófono: llegó diez minutos antes de lo acordado. No resistí y miré por la ventana a través de las cortinas (no las corrí, eso sí hubiese sido notorio).
Yo temblaba. Al contestar el citófono y escuchar su voz me puse peor, y su llegada hasta mi puerta me pareció una eternidad. "No me tiene que gustar, no debe gustarme" pensaba mientras me paseaba tras la puerta. Sonó el timbre y lentamente tomé el picaporte.
Al abrir la puerta lo vi: era el mismo niño alto de anteojos que me deslumbró hace trece años, sólo tenía el pelo un poco más largo. Sin mediar palabra, y como siempre fue nuestra costumbre, nos dimos un gran abrazo del que no nos soltamos en minutos. Yo no podía discimular que temblaba y no quería separarme de él. Y daba los mismos abrazos especiales de siempre, esos en los que me olvidaba del mundo, en los que podía descansar si tenía pena...
Entramos, nos sentamos en el sofá. Teníamos demasiado que contarnos, pues eran cinco años desde aquella carta que él clasificó como la muestra de amor más grande que alguien le haya dado. Yo, por mi parte, con lo aprehensiva que siempre fui con las personas a las que quería, a él lo dejé ir, con la opción de que volviera en un tiempo más, y si no lo hizo yo entendí que optó por su bien.
Me mostró sus fotos de su viaje a Europa, me contó de sus trabajos y de su vida en general. Yo le mostré mis fotos del viaje a Corea y le conté también qué pasó conmigo en estos cinco años. Trajo una recopilación de música de esos tiempos. Me pidió perdón por no haber vuelto a comunicarse mientras escuchábamos esas canciones que bailábamos sin descanso. Yo le dije que el trato era dejarlo libre y yo lo cumplí. Él no quería perder mi amistad, pero tenía miedo de que yo lo rechazara... ¡cómo iba a rechazarlo! Le confesé de mis búsquedas fallidas, las que no seguí para no interrumpir su vida.
Conversar, conversar, conversar compulsivamente. Silencios nada de incómodos en el que nos tomábamos de la mano en señal de "qué lindo es volver a verte". Nos abrazábamos cada tanto, no dejaba de pedirme perdón, y yo no dejaba de decirle que no podía odiarlo. Hasta que llegamos a hablar de "nosotros"...
A medida de que pasaban las horas nos dábamos cuenta de que siempre fuimos el uno para el otro. Nos preguntamos el porqué no antes, pero después vimos que no podría haber sido en esos tiempos, pues teníamos muchos aprendizajes pendientes hace cinco años y ahora estaban resueltos. Sólo nos falta esperar un tiempo para estar juntos, algunas cosas pendientes de su parte deben resolverse y, por mi parte, después de haber esperado trece años, qué más da esperar un poco más al que sigo pensando es mi hombre ideal, ese que está hecho a tu medida...
Tenía miedo de ser la niña de catorce enamorada del de 17... en realidad así es, pero quise ir más allá y comprobar que no estaba sosteniendo una ilusión y saber cuáles son las áreas en las que la madurez se había manifestado. Para colmo de males, la madurez le ha venido muy bien y aquellas cosas que fui descubriendo me hacían decir que a pesar de ser una adolescente había elegido bien, pues ahora que no lo era seguía impresionándome con nuestras coincidencias.
Al ver la hora era más de medianoche y aún siquiera habíamos comenzado a ponernos al día de tanto tiempo sin vernos. Luego, la tarde del domingo no bastó y el lunes por la tarde ya habíamos pasado por todos los temas, desde política hasta la vida cotidiana, él me hablaba sus tecnicismos (y con eso me derretía) y yo los míos, y nos deslumbrábamos con aquellas cosas que podíamos compartir mutuamente, de aquellas que teníamos en común, de aquellas que siempre esperamos de quien estuviera compartiendo nuestras vidas y que teníamos sin mayor esfuerzo, sólo siendo nosotros mismos. Me aseguró que tenía la certeza de que conmigo sería feliz. Por supuesto, yo también lo sería.
Ahora calma, Pastora... no des otro paso en falso. Hazte amiga del tiempo y de la espera. Si después de trece años sigues viendo en él al hombre que siempre quisiste, si después de renunciar a él por amor hace cinco años ha vuelto... pues, entonces, espera un poco más para no tropezar y, de una vez, ser felices juntos.
Saldos al día:
- Un precioso mail en el que me piden perdón... no te preocupes, no creo que estés intentando ponerte en contacto conmigo. Si puedo serte útil en algo, sólo dímelo, si puedo ser de apoyo para tus momentos de angustia no lo dudes... ya no hay rencor ni odio, y si te saludé para tu cumpleaños fue porque me nació del corazón, no porque quisiera molestarte o algo así. Sólo quiero que estés bien y si te sirve hablar conmigo está bien, si no quieres contactarte lo entiendo, pero ya mi corazón no late por ti y los malos sentimientos están en el olvido: te perdoné.
- Del 18 no supe nada de nada... me quedé con ganas de comer asado... ¿qué hice el domingo? ¡trabajé! Era la única trabajando ese día en mi sección y en las cercanas (en las otras seguramente trabajaron, pero están lejos de ahí...). Me gusta tanto mi pega que no me importó trabajar el 18 de septiembre, estaba feliz y celebré la independencia de Chile con vino virtual, ¡salud! jeje... En todo caso, el día estaba precioso y daban ganas de hacer un pic nic en los prados cercanos, pero no se hubiese visto muy decoroso, jeje :P
Soooooooooooola... cuando oscureció ya me dio julepe, jeje :P (se escuchaba sólo "el sonido del viento" jajaj y el tecleo de mi PC, jejej).